El ciervo, el político y los cojones

Imagen de Carlos Delgado con las criadillas de ciervoA medida que nos hacemos mayores disminuye nuestra capacidad para sorprendernos. El paso de los años te familiariza con situaciones y hechos extraños y singulares, algunos incluso kafkianos. Pero por mucho que uno ya haya visto mundo la capacidad de sorprenderte de la clase política española no tiene límite. Esta semana los medios de comunicación y las redes sociales de este peculiar país han difundido hasta la saciedad la sonriente imagen del Conseller de Turisme balear, Carlos Delgado, y, atención, número dos del PP en las islas, con los testículos de un ciervo en la cabeza, cazado por él mismo el año pasado, cuando todavía era el Alcalde de Calvià.

De este personaje depende en la actualidad, desde el punto de vista administrativo, la actividad económica más importante de la Comunidad Balear: la industria turística. Del comportamiento de este sector estratégico depende a su vez, y en gran medida, la imagen y el prestigio de las Islas en el resto del Estado y en el ámbito internacional. Se trata, pues, de una responsabilidad política y social de gran relevancia.

A pesar de que la fotografía corresponde a un acto llevado a cabo en el libre desarrollo de su vida privada, ¿cómo puede olvidar su faceta ineludible de personaje público un político de su posición? ¿Conoce este individuo lo que significan imagen y prestigio personal? ¿Ha oído hablar alguna vez del concepto de dignidad institucional? ¿Conoce el significado de las palabras ejemplo, respeto, sentido común o, simplemente, prudencia? ¿Qué hay que tener en la cabeza (aparte de los cojones del noble animal) para cometer un error de esta naturaleza?

Pero más allá de este lamentable y patético hecho, lo más preocupante es pensar cómo estos personajes, absolutamente impresentables e inconscientes en su vida personal, llegan a ejercer cargos de primera responsabilidad y representación pública. Llegados a este punto la mediocridad personal se convierte en un problema compartido.

Episodios como éste demuestran que el sistema de filtraje para garantizar la solvencia y seriedad de nuestra clase política no funciona. De la misma forma que a las empresas se les exige cada vez con mayor presión, afortunadamente, un comportamiento socialmente responsable, a los políticos hay que exigirles un comportamiento profesional y también personal a la altura de sus importantes responsabilidades públicas. No se trata de un requerimiento menor ni fácil de materializar. Pero nos jugamos la pérdida absoluta de respeto hacia el estamento político y, por lo tanto, hacia uno de los ejes de nuestro modelo de organización social por excelencia.

El ciervo, el político y los cojones

Imagen de Carlos Delgado con las criadillas de ciervoA medida que nos hacemos mayores disminuye nuestra capacidad para sorprendernos. El paso de los años te familiariza con situaciones y hechos extraños y singulares, algunos incluso kafkianos. Pero por mucho que uno ya haya visto mundo la capacidad de sorprenderte de la clase política española no tiene límite. Esta semana los medios de comunicación y las redes sociales de este peculiar país han difundido hasta la saciedad la sonriente imagen del Conseller de Turisme balear, Carlos Delgado, y, atención, número dos del PP en las islas, con los testículos de un ciervo en la cabeza, cazado por él mismo el año pasado, cuando todavía era el Alcalde de Calvià.

De este personaje depende en la actualidad, desde el punto de vista administrativo, la actividad económica más importante de la Comunidad Balear: la industria turística. Del comportamiento de este sector estratégico depende a su vez, y en gran medida, la imagen y el prestigio de las Islas en el resto del Estado y en el ámbito internacional. Se trata, pues, de una responsabilidad política y social de gran relevancia.

A pesar de que la fotografía corresponde a un acto llevado a cabo en el libre desarrollo de su vida privada, ¿cómo puede olvidar su faceta ineludible de personaje público un político de su posición? ¿Conoce este individuo lo que significan imagen y prestigio personal? ¿Ha oído hablar alguna vez del concepto de dignidad institucional? ¿Conoce el significado de las palabras ejemplo, respeto, sentido común o, simplemente, prudencia? ¿Qué hay que tener en la cabeza (aparte de los cojones del noble animal) para cometer un error de esta naturaleza?

Pero más allá de este lamentable y patético hecho, lo más preocupante es pensar cómo estos personajes, absolutamente impresentables e inconscientes en su vida personal, llegan a ejercer cargos de primera responsabilidad y representación pública. Llegados a este punto la mediocridad personal se convierte en un problema compartido.

Episodios como éste demuestran que el sistema de filtraje para garantizar la solvencia y seriedad de nuestra clase política no funciona. De la misma forma que a las empresas se les exige cada vez con mayor presión, afortunadamente, un comportamiento socialmente responsable, a los políticos hay que exigirles un comportamiento profesional y también personal a la altura de sus importantes responsabilidades públicas. No se trata de un requerimiento menor ni fácil de materializar. Pero nos jugamos la pérdida absoluta de respeto hacia el estamento político y, por lo tanto, hacia uno de los ejes de nuestro modelo de organización social por excelencia.