Taxis: ¿en huelga contra la tecnología?

Las soluciones digitales, de comunicación o de otras áreas de gestión de negocio, son disruptivas por naturaleza. Porque las nuevas tecnologías digitales transforman profundamente flujos de trabajo y flujos informativos, en un proceso tan nuevo, veloz y desconocido que a menudo los impactos positivos previstos llegan acompañados de complicaciones imprevistas.

La Barcelona bloqueada por las protestas de taxistas de estos días de verano vuelve a hacer visible una vez más en la calle y en las vidas la revolución que ha supuesto la llegada de las nuevas tecnologías de la comunicación basadas en Internet. ¿El problema es la tecnología que ha facilitado la emergencia de nuevos modelos de servicios de transporte como Uber y Cabify? Evidentemente que no.

Sin necesidad de caer en una visión romántica o excesivamente optimista de los nuevos modelos basados ​​en la comunicación digital, podemos decir que no, el problema no es la tecnología ni la existencia misma de estas nuevas empresas. La tecnología de comunicación digital no es diferente en este aspecto de otras tecnologías revolucionarias anteriores en la historia (digamos, por ejemplo, la energía eléctrica): las llamamos revolucionarias porque cambian sustancialmente y rápida la sociedad y la vida cotidiana de las personas.

Y los puntos de inflexión de tal magnitud son siempre armas de doble filo. Están, por ejemplo, todos aquellos sectores de la sociedad que no han podido reaccionar a los cambios tan rápido como hubiera sido necesario, una situación que genera una necesaria transición que difícilmente puede ocurrir sin conflicto y, por qué no decirlo, sin dolor. Las leyes y regulaciones, pensadas para el modelo anterior, se demuestran obsoletas, pero no es fácil (ni hay que precipitarse) articular otras nuevas.

La única salida entonces es mantener una visión general, comprender y aceptar sin demonizar ni idealizar ningún bando del conflicto, y seguir adelante discutiendo y proponiendo medidas que den tiempo a aquellos sectores atrasados ​​a ponerse al día, que faciliten la transición hacia un modelo económico ágil y abierto a la innovación, pero que no olvide los valores y la necesidad de regulaciones justas para todos.

Taxis: ¿en huelga contra la tecnología?

Las soluciones digitales, de comunicación o de otras áreas de gestión de negocio, son disruptivas por naturaleza. Porque las nuevas tecnologías digitales transforman profundamente flujos de trabajo y flujos informativos, en un proceso tan nuevo, veloz y desconocido que a menudo los impactos positivos previstos llegan acompañados de complicaciones imprevistas.

La Barcelona bloqueada por las protestas de taxistas de estos días de verano vuelve a hacer visible una vez más en la calle y en las vidas la revolución que ha supuesto la llegada de las nuevas tecnologías de la comunicación basadas en Internet. ¿El problema es la tecnología que ha facilitado la emergencia de nuevos modelos de servicios de transporte como Uber y Cabify? Evidentemente que no.

Sin necesidad de caer en una visión romántica o excesivamente optimista de los nuevos modelos basados ​​en la comunicación digital, podemos decir que no, el problema no es la tecnología ni la existencia misma de estas nuevas empresas. La tecnología de comunicación digital no es diferente en este aspecto de otras tecnologías revolucionarias anteriores en la historia (digamos, por ejemplo, la energía eléctrica): las llamamos revolucionarias porque cambian sustancialmente y rápida la sociedad y la vida cotidiana de las personas.

Y los puntos de inflexión de tal magnitud son siempre armas de doble filo. Están, por ejemplo, todos aquellos sectores de la sociedad que no han podido reaccionar a los cambios tan rápido como hubiera sido necesario, una situación que genera una necesaria transición que difícilmente puede ocurrir sin conflicto y, por qué no decirlo, sin dolor. Las leyes y regulaciones, pensadas para el modelo anterior, se demuestran obsoletas, pero no es fácil (ni hay que precipitarse) articular otras nuevas.

La única salida entonces es mantener una visión general, comprender y aceptar sin demonizar ni idealizar ningún bando del conflicto, y seguir adelante discutiendo y proponiendo medidas que den tiempo a aquellos sectores atrasados ​​a ponerse al día, que faciliten la transición hacia un modelo económico ágil y abierto a la innovación, pero que no olvide los valores y la necesidad de regulaciones justas para todos.

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