‘Turismofobia’: neologismo y síntoma social

Turismofobia, el nuevo neologismo que ha invadido los medios de comunicación en los últimos meses y especialmente este verano, es el nombre de un síntoma, de una advertencia de que las relaciones entre los turistas y residentes puede haber llegado a un nivel máximo de tensión.

No es nada nuevo, los expertos hace años que lo estudian. El turismo supone una modificación de la realidad de un territorio, de la vida de las personas que viven y de sus sistemas sociales. La evolución de la percepción de la actividad turística por parte de los locales, derivada del impacto sociocultural del turismo, se divide en cinco etapas que determinan los niveles de tolerancia de un territorio: euforia, apatía, irritación, antagonismo y fase final.

1.- Euforia: La primera etapa se caracteriza por el optimismo y el entusiasmo en vistas a la interacción con los visitantes y los beneficios económicos que compporten las actividades turísticas.
2.- Apatía: Después de la consolidación del turismo, el sector comienza a percibirse simplemente como una actividad económica más que busca el máximo beneficio y no tanto como la opción estrella hacia el desarrollo.
3.- Molestia: Los residentes cada vez sufren más las consecuencias molestas del turismo en la vida cotidiana, y se detectan efectos sociales y económicos negativos. Esta etapa indica el comienzo de la saturación del destino y los residentes dan menos apoyo al turismo.
4.- Antagonismo: Se ha sobrepasado el umbral de tolerancia, el turismo se percibe como causa de importantes problemas socioeconómicos, incluso de una manera exagerada.
5.- Fase final: La relación entre residentes y turistas se ha degradado, la actividad necesita re equilibrarse y se produce un declive del turismo.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), «mientras el volumen de turistas y los impactos acumulados se mantengan dentro de los límites razonables, la actividad turística será aceptada por los residentes». Sin embargo, «si el umbral de apatía se sobrepasa, la población residente comenzará a mostrar signos de frustración y descontento, el qe puede afectar a la calidad de la experiencia turística del visitante».

Los turistas buscan sol, tanto en verano como en invierno. Y nosotros tenemos la suerte de tenerlo. España es uno de los estados más visitados del mundo, en gran parte debido al factor de seguridad, que lo distingue de otros destinos también soleados como Italia, Túnez, Egipto o Turquía, donde se han sufrido atentados en los últimos años. Si a esto añadimos también los turistas que han cambiado viajes urbanos en París o en Londres por el sol y la playa por las mismas razones, entendemos los siete millones de viajeros que el estado ganó el 2015, los otros 7 del 2016 y los nueve millones de aumento que se esperan por el 2017. Uno se cifras que equivalen a los viajeros ganados en los doce años anteriores.

Límites de viajeros, tasas turísticas, regulación de los pisos turísticos … En esta delicada situación, de la administración y de las industrias involucradas debemos esperar una gestión responsable del impacto del turismo sobre la vida de los ciudadanos que mantenga el delicado equilibrio de una actividad que actualmente supone más de un 10% del PIB del estado. Del resto de sectores y de todos los ciudadanos, que no simplifiquen, banalicen o radicalicen las posiciones respecto a un problema social de esta magnitud.

‘Turismofobia’: neologismo y síntoma social

Turismofobia, el nuevo neologismo que ha invadido los medios de comunicación en los últimos meses y especialmente este verano, es el nombre de un síntoma, de una advertencia de que las relaciones entre los turistas y residentes puede haber llegado a un nivel máximo de tensión.

No es nada nuevo, los expertos hace años que lo estudian. El turismo supone una modificación de la realidad de un territorio, de la vida de las personas que viven y de sus sistemas sociales. La evolución de la percepción de la actividad turística por parte de los locales, derivada del impacto sociocultural del turismo, se divide en cinco etapas que determinan los niveles de tolerancia de un territorio: euforia, apatía, irritación, antagonismo y fase final.

1.- Euforia: La primera etapa se caracteriza por el optimismo y el entusiasmo en vistas a la interacción con los visitantes y los beneficios económicos que compporten las actividades turísticas.
2.- Apatía: Después de la consolidación del turismo, el sector comienza a percibirse simplemente como una actividad económica más que busca el máximo beneficio y no tanto como la opción estrella hacia el desarrollo.
3.- Molestia: Los residentes cada vez sufren más las consecuencias molestas del turismo en la vida cotidiana, y se detectan efectos sociales y económicos negativos. Esta etapa indica el comienzo de la saturación del destino y los residentes dan menos apoyo al turismo.
4.- Antagonismo: Se ha sobrepasado el umbral de tolerancia, el turismo se percibe como causa de importantes problemas socioeconómicos, incluso de una manera exagerada.
5.- Fase final: La relación entre residentes y turistas se ha degradado, la actividad necesita re equilibrarse y se produce un declive del turismo.

Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), «mientras el volumen de turistas y los impactos acumulados se mantengan dentro de los límites razonables, la actividad turística será aceptada por los residentes». Sin embargo, «si el umbral de apatía se sobrepasa, la población residente comenzará a mostrar signos de frustración y descontento, el qe puede afectar a la calidad de la experiencia turística del visitante».

Los turistas buscan sol, tanto en verano como en invierno. Y nosotros tenemos la suerte de tenerlo. España es uno de los estados más visitados del mundo, en gran parte debido al factor de seguridad, que lo distingue de otros destinos también soleados como Italia, Túnez, Egipto o Turquía, donde se han sufrido atentados en los últimos años. Si a esto añadimos también los turistas que han cambiado viajes urbanos en París o en Londres por el sol y la playa por las mismas razones, entendemos los siete millones de viajeros que el estado ganó el 2015, los otros 7 del 2016 y los nueve millones de aumento que se esperan por el 2017. Uno se cifras que equivalen a los viajeros ganados en los doce años anteriores.

Límites de viajeros, tasas turísticas, regulación de los pisos turísticos … En esta delicada situación, de la administración y de las industrias involucradas debemos esperar una gestión responsable del impacto del turismo sobre la vida de los ciudadanos que mantenga el delicado equilibrio de una actividad que actualmente supone más de un 10% del PIB del estado. Del resto de sectores y de todos los ciudadanos, que no simplifiquen, banalicen o radicalicen las posiciones respecto a un problema social de esta magnitud.