Ryanair: el alto coste del ‘low cost’

En plena batalla con los sindicatos y con el gobierno, asustado por el caos en los aeropuertos en plena temporada de verano, Ryanair ha sacado un arma que amenaza en volverse en su contra. Según ha denunciado la organización de defensa de los consumidores Facua, la aerolínea ha ocultado a los pasajeros sus derechos y les ha informado deliberadamente mal para evitar que reclamen las indemnizaciones que les corresponden según la normativa europea.

La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), dependiente del Ministerio de Fomento, también ha interpretado así las estrategias de Ryanair y le ha abierto un expediente por «posibles incumplimientos» del Reglamento Europeo sobre los derechos de los pasajeros.

Tocar vacaciones, bolsillo y derechos, una mala idea

El resultado de la estrategia de Ryanair para evitar pagar indemnizaciones son cientos de pasajeros triplemente enfadados, y por razones profundas que tocan las necesidades más básicas de cualquier ciudadano, o lo que viene a ser lo mismo, los clientes de facto o potenciales del aerolínea de bajo coste. Por un lado, el derecho sagrado a hacer vacaciones, por otro bolsillo y por otro la dignidad de ser tratados con respeto como ciudadanos con derechos.

El low cost, como ya se ha dicho muchas veces, no está libre de costes. En los últimos años, los pasajeros hemos entendido que el coste es una reducción en la cantidad y en la calidad de los servicios, un coste que muchos hemos aprendido a aceptar en los últimos años: «de acuerdo, no me darán de comer», «de acuerdo, me tratarán como una oveja más del rebaño», «de acuerdo, yo mismo me ocuparé de hacer el check-in»…

El coste del ‘low cost’

Desde su cambio de estrategia en el año 2000, el modelo de negocio de Ryanair, tal vez la aerolínea de bajo coste que más ha revolucionado el sector de los vuelos comerciales en las últimas décadas y, en consecuencia, del turismo en general, se ha enfrentado a todo tipo de estructuras establecidas.

Quizás este verano sea el momento en que los pasajeros comprenderemos que otro precio a pagar por el low cost es también un cambio de tendencia en el mundo laboral, o dicho de otro modo, que pagar precios irrisorios por los billetes de avión implica volar en aviones a cargo de pilotos y personal de cabina infravalorado e insatisfecho.

Y lo que es más, tal vez este sea el verano en que tendremos que decidir si estamos dispuestos a aceptar el principio del «todo por un precio barato», incluido que nos mientan contra la ley, porque nada indica que Ryanair y el modelo de negocio que representa vaya a dejar de cruzar líneas rojas.

Ryanair: el alto coste del ‘low cost’

En plena batalla con los sindicatos y con el gobierno, asustado por el caos en los aeropuertos en plena temporada de verano, Ryanair ha sacado un arma que amenaza en volverse en su contra. Según ha denunciado la organización de defensa de los consumidores Facua, la aerolínea ha ocultado a los pasajeros sus derechos y les ha informado deliberadamente mal para evitar que reclamen las indemnizaciones que les corresponden según la normativa europea.

La Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), dependiente del Ministerio de Fomento, también ha interpretado así las estrategias de Ryanair y le ha abierto un expediente por «posibles incumplimientos» del Reglamento Europeo sobre los derechos de los pasajeros.

Tocar vacaciones, bolsillo y derechos, una mala idea

El resultado de la estrategia de Ryanair para evitar pagar indemnizaciones son cientos de pasajeros triplemente enfadados, y por razones profundas que tocan las necesidades más básicas de cualquier ciudadano, o lo que viene a ser lo mismo, los clientes de facto o potenciales del aerolínea de bajo coste. Por un lado, el derecho sagrado a hacer vacaciones, por otro bolsillo y por otro la dignidad de ser tratados con respeto como ciudadanos con derechos.

El low cost, como ya se ha dicho muchas veces, no está libre de costes. En los últimos años, los pasajeros hemos entendido que el coste es una reducción en la cantidad y en la calidad de los servicios, un coste que muchos hemos aprendido a aceptar en los últimos años: «de acuerdo, no me darán de comer», «de acuerdo, me tratarán como una oveja más del rebaño», «de acuerdo, yo mismo me ocuparé de hacer el check-in»…

El coste del ‘low cost’

Desde su cambio de estrategia en el año 2000, el modelo de negocio de Ryanair, tal vez la aerolínea de bajo coste que más ha revolucionado el sector de los vuelos comerciales en las últimas décadas y, en consecuencia, del turismo en general, se ha enfrentado a todo tipo de estructuras establecidas.

Quizás este verano sea el momento en que los pasajeros comprenderemos que otro precio a pagar por el low cost es también un cambio de tendencia en el mundo laboral, o dicho de otro modo, que pagar precios irrisorios por los billetes de avión implica volar en aviones a cargo de pilotos y personal de cabina infravalorado e insatisfecho.

Y lo que es más, tal vez este sea el verano en que tendremos que decidir si estamos dispuestos a aceptar el principio del «todo por un precio barato», incluido que nos mientan contra la ley, porque nada indica que Ryanair y el modelo de negocio que representa vaya a dejar de cruzar líneas rojas.